¿Qué nos vamos a encontrar en el Pozo de los Humos?
La visita nos coloca ante un espectáculo ofrecido por la Madre Naturaleza: el Pozo de los Humos es una impresionante catarata que forma el río Uces en su discurrir hacia el Duero (la desembocadura en el Duero/Douro se encuentra como a un par de kilómetros más abajo de la cascada), cuya altura ronda los 50 metros, la misma longitud que tienen las famosas cataratas del Niágara. Se encuentra en el parque natural Arribes del Duero y nosotros la conocemos muy bien, ya que somos de muy cerca y además hemos enseñado tanto la cascada como toda la zona a mucha gente en nuestros tours guiados por Arribes del Duero.
El agua se precipita entre las rocas, emitiendo una espectacular neblina de agua pulverizada, a medio camino entre el vapor y la lluvia fina (de ahí ese nombre de los humos). Lo cierto es que las cascadas siempre llaman nuestra atención; sin saber muy bien por qué, la caída del agua tiene algo que nos atrae, y cuando se trata de una tan espectacular como ésta, esa sensación es mucho mayor.
¿Cuál es la mejor época para visitarlo?
Depende. Nos gustaría darte una respuesta más concreta, pero no es posible. Cada año es diferente. Desde luego la espectacularidad del Pozo de los Humos es muy estacional. Hay quien lo visita en julio y se lleva un chasco. Obvio que la cascada iba a estar seca. Tal vez deberían haber leído esto antes. Otros dicen que el paraje también es bonito aunque vayas en agosto, cuando la cascada brilla por su ausencia. Y es verdad, pero mejor ve, si puedes, cuando el agua abunda y la catarata impresiona.
El caudal del río Uces no es precisamente muy constante a lo largo del año, así que para ver la cascada en pleno apogeo es importante estar atento a la meteorología, en concreto, a las precipitaciones de los meses y semanas anteriores a nuestra visita. También ocurre que a finales de primavera, y lógicamente también durante el verano, en los cañones de las Arribes del Duero suele hacer bastante calor, así que no es el mejor momento del año para acercarte, ya que casi seguro que vas a tener que andar un buen rato.
Ya puestos sobre aviso, vamos a mojarnos un poco. Si la corriente del río es abundante, tal vez el mejor mes para visitarlo es abril porque el paisaje es más generoso, sobre todo a finales, o incluso a principios de mayo, aunque en este segundo caso es más complicado que para entonces el caudal todavía se mantenga alto. Más seguro es que la cascada esté a tope en marzo, pero recuerda, entérate en todo caso de cómo han ido las semanas y meses anteriores en cuanto a precipitaciones y no te equivocarás en la elección de la fecha.
¿Cómo llegar al Pozo de los Humos?
A la cascada se puede llegar desde dos sitios diferentes. Cada una de estas dos rutas parte de una localidad: una sale de Masueco y la otra de Pereña. En ambos casos podemos avanzar unos kilómetros en coche, si así lo preferimos, pero debemos completar la parte final del recorrido a pie. Si no se dispone de tiempo suficiente, nosotros recomendamos visitarlo desde Masueco (es la opción más corta y la mayoritaria entre los visitantes al Pozo de los Humos) aunque, cuando es posible, conviene aproximarse a la cascada desde los dos pueblos, pues son visitas complementarias.
También recomendamos hacer el recorrido completo a pie, pues en ese caso la meta resulta más reconfortante. De cualquier manera, Masueco y Pereña están muy cerca. De hecho, al ir de uno a otro en coche se atraviesa el propio río Uces, cuyo cañón y paisaje es imposible no admirar en el desplazamiento entre las dos localidades. Eso sí, para los que busquen la foto, desde luego es obligado el acceso desde Pereña, pues la clásica vista de la cascada solo se puede obtener desde allí. Y mejor si es en la segunda mitad del día, pues el sol cayendo hacia el oeste será nuestro aliado si lo vemos desde el lado de Pereña.
Ruta al Pozo de los humos desde Masueco.
El inicio del recorrido está indicado y es perfectamente visible. Cuando llegamos a la iglesia de Masueco, situada junto a la carretera principal, giramos a la derecha (si venimos desde Pereña o Vitigudino, que es lo más habitual) o bien a la izquierda (si llegamos desde Aldeadávila). Al fondo de la calle otro cartel nos dice que, si vamos a pie, debemos continuar por la izquierda, y si lo hacemos en coche, por la derecha. En este segundo caso hay que decir que el camino, pese a no estar asfaltado, se encuentra en buen estado para un vehículo cualquiera (aunque recomendamos no utilizarlo si ha llovido en cantidad el día anterior o esa misma noche, porque no deja de ser un camino de tierra).
En su parte inicial el camino para vehículos es bastante llano aunque después va ganando inclinación descendente. A los lados del camino empezamos a disfrutar de la riqueza botánica de este Parque Natural de Arribes del Duero: encinas, retamas, madroños, rebollos y quejigos nos acompañan en nuestra pequeña peregrinación hacia la cascada, en vecindad con cultivos de olivo, almendros y algún que otro castaño. Hacia final del invierno, si las lluvias han sido abundantes, al espectáculo de la cascada hay que sumar el del almendro en flor.
En vehículo podemos avanzar algo más de dos kilómetros, hasta llegar a un aparcamiento en el que vemos el primer panel informativo y un merendero. A partir de ese momento es preciso continuar a pie. Al principio el desnivel es considerable, aunque se va reduciendo conforme descendemos. Bajar el kilómetro que hay desde el aparcamiento hasta el Pozo de los Humos es sencillo, pero la pendiente seguirá esperándonos cuando retornemos al coche. De nuevo, multitud de plantas adornan el paisaje y nos recuerdan que el clima de estos cañones es eminentemente mediterráneo: enebros, madreselvas, más olivos, zumaque, etc. Las vistas son increíbles; solo los tendidos eléctricos afean levemente la panorámica que crean estos acantilados graníticos. Pese a los millares de personas que visitan el Pozo de los Humos anualmente, resulta llamativo que en el camino apenas se ve basura. En esto se nota que los visitantes son, en su mayoría, amantes de la naturaleza y personas respetuosas con el entorno.
Conforme nos aproximamos al Pozo de los Humos vamos recibiendo un anticipo de lo que nos espera: una cascadita al otro lado del río nos avisa de que aquella que hemos venido a ver está ya muy próxima a nosotros, de hecho su sonido es cada vez más notorio. Es fácil ver algún que otro buitre surcar el cielo al que parecen querer subir las gotas de agua que nos salpican desde el Pozo de los Humos. En ciertas ocasiones se forman en los alrededores de la catarata pequeños arcoíris que nos sorprenden con sus colores.
Hemos llegado a la cascada, sobre la cual se suceden los miradores, aunque uno destaca por encima de todos. Se trata de la plataforma que, suspendida en el aire, nos coloca frente a donde se inicia la caída del agua. Desde luego no es apta para quien tenga vértigo. Por otra parte, en épocas de máxima aglomeración casi hay que pedir vez para hacer la foto o el selfie de turno. Precisamente por ello recomendamos ir entre semana, aunque nos ha pasado que si el Pozo de los Humos está a tope, incluso en ese caso podemos encontrar mucha gente visitando la cascada.
Éste es el momento de disfrutar de esta impresionante cascada. A la vuelta, tras subir ese kilómetro a pie que antes bajamos, si retornamos al pueblo en coche debemos hacerlo por un camino diferente a por el que llegamos. Está también en buen estado, aunque hacia la parte final hay algún bache, por lo que conviene ir despacio. Si regresamos a pie hay dos partes compartidas con el recorrido en vehículo (la parte inicial y la final), mientras que el tramo intermedio es solo para peatones y resulta tremendamente ameno. Caminaremos por un estrecho caminito entre muros de piedra, a tramos con algo de sombra (si estamos en el buen tiempo) de unos castaños que nos alegran, más aún si cabe, la vista.
Ruta al Pozo de los humos desde Pereña.
Poco después de entrar en la localidad de Pereña (independientemente de dónde vengamos) hemos de tomar un camino que sale junto al frontón del pueblo, muy cerca también de la piscina municipal. Allí mismo un rótulo nos indica la dirección que hemos de seguir y nos invita a visitar otra cascada célebre, aunque menos conocida: el Pozo Airón. Igual que ocurría en Masueco, podemos hacer el recorrido a pie, si bien es más largo, o en coche. La mayor parte de la gente avanza los tres primeros kilómetros con su vehículo, hasta llegar al primer aparcamiento, y más tarde continúa a pie.
En la etapa final del invierno y durante toda la primavera, el Parque Natural, para evitar molestias a la fauna, prohíbe el paso a vehículos desde el citado aparcamiento, situado a unos 3 km del pueblo, en el que los coches pueden disfrutar de la sombra de los grandes chopos que allí crecen. El resto del trayecto hay que hacerlo caminando, aunque el resto del año sí que podemos aproximarnos hasta un segundo aparcamiento. En cualquier caso, recomendamos dejar los coches en el primero, pues desde allí queda solo un kilómetro y medio hasta el mirador. Ya cerca de él, unas sogas delimitan la parte final del camino. Nuevamente está prohibido salirse de él en la citada época.
Esta misma limitación la vamos a encontrar en otros caminos que parten de los principales por los que hemos transitado, pero especialmente ocurre cuando llegamos al ansiado mirador de Pereña, pues aunque desde él las vistas del Pozo de los Humos son espectaculares, hay quien desciende hacia el río en busca de otra panorámica, con el consiguiente riesgo de ocasionar molestias a la fauna, en especial a los buitres que anidan al otro lado del cañón del río Uces, que podemos ver a simple vista (aunque mejor si utilizamos prismáticos).
Desde este mirador obtenemos la clásica panorámica del Pozo de los Humos. Foto de postal, impresionante cuando la cascada está a tope. En el propio mirador hay un panel que interpreta todo lo que vemos (o lo intenta, porque incluye un montón de tecnicismos que no ayudan a entender el paisaje: ígneo, penillanura, Paleozoico, etc.). En él aprendemos, eso sí, que la cascada «secundaria» del Pozo de los Humos, la que solo existe cuando hay mucha agua, se llama el Pozo de las Vacas. Al otro lado tenemos otra cascada, más escasa en caudal, pero cuya altura es el doble que la del Pozo de los Humos. La forma el regato de la Cribera.
Algunas consideraciones finales
Aunque tanto Masueco como Pereña son dos pequeñas localidades, disponen de la mayor parte de los servicios que el visitante puede demandar (y si no, muy cerca se encuentran Aldeadávila y Vitigudino, en los que se puede decir que hay de todo), especialmente alojamientos y restaurantes. De hecho, el turismo que viene atraído por esta impresionante cascada contribuye en buena parte a mantener estos servicios.
Ambas localidades, situadas en el noroeste de la provincia y, como ya se ha dicho, dentro del Parque Natural de Arribes del Duero, forman parte de la comarca tradicional salmantina de La Ribera. De hecho, el nombre oficial de Pereña es Pereña de la Ribera (en este mismo pueblo hay un bar llamado La Ribera), que de alguna manera atestigua la pertenencia a esta comarca de toda la vida, aunque en los últimos años su existencia parece haberse desdibujado en favor de la denominación las Arribes, que en realidad es un concepto diferente.
Se trata, en todo caso, de un territorio muy interesante cuya visita es recomendable más allá de la existencia del Pozo de los Humos. En las calles y campos de estos pueblos encontramos edificaciones tradicionales (viviendas, construcciones agroganaderas de piedra, pequeños puentes, etc.) que convierten a este territorio en todo un museo al aire libre, lo que se suma al interés que de por sí tiene su incuestionable riqueza natural y su gran biodiversidad.
Viajes organizados y visitas guiadas al Poso de los Humos
Desde Naturaliste, dentro de nuestras actividades de naturaleza y ecoturismo, llevamos varios años realizando excursiones en autobús (en colaboración con agencias de viajes) al Pozo de los Humos. Estas salidas suelen partir de algunas de las ciudades más próximos (Salamanca, Zamora, León, Valladolid, etc.) y, cuando nos da tiempo, solemos aprovechar también para visitar otras cascadas (como el Pozo Airón, el Cachón de Camaces) o miradores (el Fraile, la Code, Ermita de Nuestra Señora del Castillo, etc.) de la zona en el mismo viaje. Si quieres saber cuál es la próxima excursión o conocer el estado de la cascada, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.
Más cosas para ver en la zona
Naturalmente, el parque natural Arribes del Duero no es solo el Pozo de los Humos, aunque éste es tal vez el atractivo turístico más conocido de este espacio natural. En primer lugar hay que decir que se pueden visitar otras cascadas próximas, como el mencionado Pozo Airón o el Cachón de Camaces (situado en el interesantísimo Puerto de la Molinera) o la Faia da Água Álta, ya en terreno portugués. Localidades cercanas al Pozo de los Humos que no puedes dejar de visitar son, por ejemplo, Fermoselle (Zamora), San Felices de los Gallegos (Salamanca), Castelo Rodrigo (Portugal) y Miranda do Douro (Portugal).
También merece la pena realizar alguno de los cruceros por el Duero que se ofertan en el parque natural y que nos van a permitir disfrutar de él desde el interior del propio río. Aunque si se trata de contemplar el paisaje, lo ideal es visitar varios de los excelentes miradores con los que cuenta el parque. Otra opción interesante es visitar algunos de los castros más interesantes que hay en la zona, como el de las Merchanas o el de Yecla de Yeltes.
Cada vez son más los estudios que nos hablan de los beneficios de la naturaleza sobre la salud y el equilibrio de las personas. Un caso paradigmático lo encontramos en el impacto positivo que genera el contacto con la naturaleza en los niños, sobre todo en aquellos que viven en ambientes muy urbanos.
De la misma manera está más que demostrada la influencia positiva en nuestro bienestar (especialmente en la salud mental) de la presencia del arbolado en los pueblos y ciudades.
Recientemente no sorprendía una noticia, en la que se afirma que en Escocia los médicos «recetan naturaleza». Parece algo descabellado, o al menos un poco extravagante, pero tiene todo el sentido.
Desde Naturaliste estamos ampliando nuestra oferta de actividades de naturaleza y agroturismo para dar cabida a otras nuevas, centradas en los beneficios de la naturaleza (a través del contacto con ella) sobre nuestra salud, así como en aprender a contemplar el paisaje, a mirarlo con “otros ojos”, para disfrutar de él con los cinco sentidos. Por eso recientemente hemos añadido a nuestro catalogo los baños de bosque.
Esta propuesta surge a raíz de lo que hemos observado, sobre todo cuando nos visitan familias con niños, al realizar ciertas actividades al aire libre (especialmente pastor por un día y naturaleza en familia). En ese caso los animales domésticos y los más pequeños interactúan de una forma absolutamente espontánea, a la vez que se construyen sensaciones nuevas. También intentamos aplicar estas prácticas y conocimientos en las rutas interpretativas, concebidas precisamente para entender qué pasa ahí fuera.
En relación a este nuevo campo de trabajo (para nosotros), una de nuestras colaboradoras nos ha regalado este estupendo texto sobre su experiencia en la contemplación de la naturaleza y el paisaje que ahora compartimos con vosotros:
Con los cinco sentidos; date tiempo
[Todo esto que expreso lo aprendí a través de Joaquín Araujo y ahora lo experimento con gran placer a través del paisaje. Espero que, como a mí, os sirva para aprender a vivir cualquier momento presente].
Un día, cuando llegué a casa después de un paseo a través del paisaje, me pregunté ¿qué es lo que me ha proporcionado este paseo? ¿Aprendí algo nuevo? Quizá sí. ¿Contemplé? ¿Observé y me sentí observada? ¿Hubo pasión en mi caminar…? No, porque caminé solo porque me contaron que es bueno caminar, llenarme de oxígeno; pero entonces… ¿qué fue de mis cinco sentidos en ese paseo? Si no vi, olí, escuché, probé o sentí algo en mi piel ¿podía decir que había estado en el paisaje? No, porque en mi caminar apresurado no conseguí eliminar el continuo rosario de pensamientos que no es sino un monólogo mental interminable que me transporta ora al pasado ora al futuro, eliminando el aquí y el ahora.
Me sentí inquieta por haber desaprovechado estúpidamente el gran regalo que el paisaje me ofrecía en aquel precioso momento. Más tarde, a través de Raúl Vacas, en Rodasviejas (Salamanca), tuve la suerte de conocer y leer al sorprendente naturalista Joaquín Araujo y su libro El placer de contemplar. Con él aprendí que, efectivamente, es obligado transitar un paisaje con los cinco sentidos alerta y con la seguridad de que la continuidad del mundo depende de cómo lo contemplemos. Esto último me conmocionó y decidí aprender con él sobre nosotros, sobre Natura, los sonidos, las aves, las plantas y, sobre todo, a “vivir el momento” con los cinco sentidos.
Alguien dijo que en la carrera de la filosofía solo gana aquel que puede correr más despacio, o aquel que alcanza el último la meta. Esto mismo ocurre cuando se trata de descubrir todo lo que el paisaje nos ofrece. Cuando contemplamos con calma, el tiempo se disuelve y entonces aprendes diez veces más que buscando y cien más que persiguiendo; pero contemplar no es fácil, pues requiere del esfuerzo de vivir el momento con los cinco sentidos y no estamos acostumbrados a eso.
Y es cierto que, cuando a la velocidad y al ruido oponemos el silencio de la contemplación serena, se produce el prodigio de que la inmensidad del paisaje se refugia en nuestros ojos porque se hace cierto que lo mirado nos mira y entonces, tanto el color de la hoja verde observada, el paso del agua cristalina, el vuelo del ave, la pradera, la curva de la suave colina, el viento en nuestra piel, tocar el tronco del árbol, escuchar la lluvia y el deshielo o pisar la hojarasca, todo, hasta el paisaje entero se hace uno con nosotros y descubrimos que no estamos solos porque somos parte del Todo. Y si no sentimos que lo mirado nos mira, es que no miramos. Si nos enamoramos del otoño, dice Joaquín, es simplemente porque sus colores se han enamorado del color de nuestros ojos. ¡Y eso es preciosamente cierto!
Contemplar es viajar hacia los colores y descubrir que nuestros sentidos tienen sentido. Conseguimos comprender esto cuando olvidamos lo aprendido y los conocimientos ya no intervienen y empieza nuestro viaje hacia la transparencia donde se disuelven los egos, las distancias, los ruidos mentales, el tiempo…
No hay engaños posibles en la contemplación, ni luchas, ni noticias falsas, ni problemas que resolver; saber que de Natura solo nos llegan comunicados válidos que nos obligan a vivir el aquí y el ahora, es decir, nos anima a vivir el único instante en que tiene lugar la vida ya que el pasado no puede volver a vivirse y el futuro no existe todavía. Creedme cuando os aseguro que contemplar el paisaje desde el momento presente y con los cinco sentidos es penetrar en una dimensión mágica.
Albert Camus dijo: “cuando reconoces la pertenencia a todo eso que miras, escuchas y sientes, empiezas a pertenecerte y a reconocerte”.
Date tiempo, esa es tu mejor herramienta para conseguirlo.
G. C.