Alcañices es una localidad que ofrece diversos atractivos al visitante, aunque su potencial turístico nunca ha sido suficientemente aprovechado ni puesto en valor. Desde antiguo, la villa está muy acostumbrada a recibir gentes. A diario llegan a ella tanto del resto de localidades de la comarca (para hacer compras o trámites administrativos) como procedentes de cualquier otro sitio, al ser atravesada por la carretera nacional 122, que conecta Zaragoza con la frontera portuguesa. De hecho, es la única población en los 80 km que hay desde Zamora hasta Portugal en la que la carretera se interna hasta el mismo centro urbano.
Nosotros conocemos muy bien Alcañices, pues además de ser de aquí hemos enseñado la villa y toda la comarca de Aliste, como guías acompañantes, a mucha gente en estos años.
Pero Alcañices se conoce, sobre todo, por un importante hecho histórico. En esta localidad se firmó, en un ya lejano año de 1297, el llamado Tratado de Alcañices, acuerdo entre Fernando IV de Castilla y Dinís (Dionisio) I de Portugal en virtud del cual se delimitaba la frontera entre ambos territorios. Estos límites han permanecido prácticamente inalterados (salvo pequeñas rectificaciones) hasta nuestros días, dando lugar a la que, dicen, es la frontera más antigua de toda Europa.
Inexplicablemente, no existe en Alcañices ningún espacio interpretativo que nos hable de la importancia y el contexto histórico en el que tuvo lugar el tratado, asunto de máximo interés para los aficionados a la historia. Pero que nadie se asuste, porque la villa guarda para nosotros muchas cosas para ver y hacer que enseguida pasamos a desgranar.
Respecto a los lugares que merecen la pena ser visitados, creemos que hay que destacar dos por encima del resto. Por un lado tenemos el que es, tal vez, su elemento más representativo: la Torre del Reloj, de la cual dice, con cierta sorna, la jota alistana:
Si pasas por Alcañices,
No preguntes qué hora es,
Porque el reloj de la plaza,
Da la una y son las tres.
La Torre del Reloj es en realidad uno de los cuatro cubos que se conservan de la antigua muralla que cercaba la villa. Los otros tres que aún permanecen en pie y podemos visitar son el «de la villa», el «del trincherón» y el «del Tío Cañona».
El otro monumento que no puedes dejar de visitar es «el Convento», monasterio franciscano que el Marqués de Alcañices mandó edificar a mediados del siglo XVI y en cuyo interior se encuentra la imagen de Nuestra Señora de la Salud, patrona de la comarca de Aliste. El templo, además ha sido recientemente declarado Santuario Mariano Diocesano, y en él se celebra una fervorosa romería («la Salud») el día de 3 julio.
Otros edificios de interés son el antiguo palacio de los marqueses de Alcañices (hoy convertida en residencia de ancianos), la iglesia parroquial, construida sobre una iglesia románica anterior (del siglo XII o XIII), de la cual conserva la portada; en su portal además podemos ver expuestas algunas piezas arqueológicas que han aparecido en los alrededores. También sorprenden al visitante las antiguas escuelas de Alcañices, edificio de estilo modernista construido a principios del siglo XX y que hace no mucho albergó un taller de indumentaria tradicional. Ahora está destinado a guardería, gimnasio y en él tiene su sede la Asociacion de Vecinos del pueblo.
Pero hay más cosas de interés en Alcañices. Hace unos años el Ayuntamiento editó un folleto con un interesante recorrido por las fuentes urbanas y los lavaderos del pueblo. Todo un acierto, porque en su conjunto conforman un imporante patrimonio que gira en torno al agua. Cada uno de estos elementos tiene su historia y algunos de ellos constituyen curiosísimos ejemplos de reutilización de materiales.
Otro de los rincones con encanto de Alcañices es Sahú, un precioso robledal situado justo antes de entrar en el pueblo (si se llega desde Zamora) que incluye un área de ocio. Es un lugar ideal para dar un paseo y tomar un refresco (durante el verano cuenta con un chiringuito) o realizar distintos ejercicios en su parque biosaludable. Alcañices cuenta con otro espacio orientado al esparcimiento: la piscina de Palazuelo (o Parazuelo), alimentada por el pequeño curso de agua que atraviesa la localidad: el río Angueira. Ésta se ubica en la salida del pueblo hacia la Sierra de la Culebra (dirección San Vitero-Villardeciervos).
Alcañices es la “capital” de la comarca de Aliste; aunque oficialmente no existe esa figura, en la práctica lo es y lo ha sido siempre, pues en esta localidad encuentran los alistanos la mayor parte de los servicios, que también son de interés para el turista o visitante: comercios, bares y cafeterías, gasolinera, biblioteca, alojamiento, bancos, oficina de turismo, etc. Un espacio visitable que tiene mucho que ver con el territorio en el que Alcañices se encuentra es el Centro de Interpretación de Aliste, Tábara y Alba, situado en la sede del grupo de acción local (ADATA), justo al lado de la Torre del Reloj, y donde se muestran algunos de los principales atractivos turísticos de la región.
Todavía no hemos hablado de la gastronomía, pero estando en Aliste este momento tarde o temprano tenía que llegar, pues este territorio es conocido, sobre todo, por la calidad de su carne; de hecho, la mayor parte de los turistas que lo visitan llegar atraídos precisamente por esta cuestión (es lo que llamamos turismo gastronómico). Estos manjares podemos adquirirlos en las carnicerías de Alcañices o degustarlos en sus restaurantes, aunque el alimento más representativo de la villa es, curiosamente, un dulce: los famosos borrachos de Alcañices, que se pueden comprar en la pastelería del pueblo.
Tampoco podemos dejar de referirnos a otro atractivo que nos ofrece Alcañices: su proximidad (o más bien su inmediatez) a Portugal, pues se encuentra a solo 3 km del país vecino si tomamos la carretera de Tres Marras, que se dirige a Vimioso. Además, Alcañices se encuentra equidistante (a menos de media hora en ambos casos) a las dos localidades portuguesas de mayor interés turístico: Bragança y Miranda do Douro, aunque nosotros recomendamos visitar también otras localidades más próximas como Outeiro o el mencionado Vimioso.
Otras opciones de ocio que ofrece Alcañices son los eventos y actividades que a lo largo del año tienen lugar en la villa. La más histórica de todas es la romería de la Salud, ya mencionada. También tiene su solera la concentración de motos, a la que acuden por igual españoles y portugueses. Por otra parte, como siempre ocurre, sus fiestas patronales (dedicadas a la Asunción y San Roque, los días 15 y 16 de agosto) son uno de los principales recursos lúdicos. Además recientemente se viene celebrando una carrera popular en los días próximos a la Salud y, más entrado el verano, una ruta de senderismo que se interna en Portugal: la ruta del contrabando.
Finalmente comentar dos aspectos que tienen que ver con el pasado de la localidad aunque, desgraciadamente, no nos han dejado apenas testimonio material “visitable”. Se trata del pasado judío y templario de Alcañices. Del primero poco se sabe; consta, eso sí, que existió una judería en el pueblo, de la que hoy nos da testimonio la denominación de una roca situada en las inmediaciones de la localidad: la Peña de los Judíos. Sobre la presencia de los templarios en Alcañices, se sabe que controlaban la villa y que repoblaron algunas localidades cercanas. En nuestra visita nos acompañará la cruz templaria, pues se encuentra en buena parte de los lugares de interés del pueblo.
Finalmente comentarte que desde agosto de 2018 existe una app turística del pueblo, desarrollada por José Antonio Barros, que se denomina «Alcañices en tu mano» . La puedes descargar desde Play Store o bien desde aquí.
Qué ver cerca de Alcañices
Estamos en Aliste, así que hay que hablar de gastronomía. Muy cerca de Alcañices se encuentran Rabanales y San Vitero, a 8 y 9 km respectivamente, dos localidades muy populares por sus restaurantes y sus carnes, y dos grandes exponentes de la «Ternera de Aliste». Entre ambas poblaciones se localiza Grisuela, otro pueblo conocido por sus restaurantes, aunque en este caso la especialidad son sus afamadas chuletillas de cordero.
Además del aspecto culinario, San Vitero y Rabanales comparten que exhiben en sus calles un rico patrimonio arqueológico. En el caso de San Vitero podemos visitar, frente al ayuntamiento, una escultura zoomorfa así como un miliario romano, mientras que en Rabanales las piezas que encontramos en sus calles, procedentes del Castrico (poblamiento de época romana situado junto al pueblo), son de diverso tipo, aunque abundan los fragmentos de columna. Pero el elemento más popular de Rabanales son los falos pétreos que hay junto a su iglesia parroquial, donde también podemos ver, incrustadas en la pared, varias estelas funerarias de época romana. En Rabanales también podemos visitar su Museo Micológico.
Muy distinto es lo que nos ofrece San Juan del Rebollar (a 6 km de Alcañices), donde podemos visitar la finca «el Arca de Noé». Su propietario (Tribu) ha creado con sus propias manos reproducciones en metal de buena parte de la fauna silvestre que habita en la comarca.
Esperamos haber recogido la mayor parte de los atractivos de esta localidad zamorana (¡nadie podrá decir que no hay nada que ver en Alcañices!) y sus alrededores, pero si conoces alguno que no figure en el texto que acabas de leer, ya sabes que puedes hacérnoslo llegar.
Alojamientos recomendados en Alcañices: |
Sefarad es la denominación que recibe la Península Ibérica en hebreo. Sin embargo, este nombre se popularizó sobre todo tras la expulsión de los judíos de España, acaecida el mismo año que Colón llegó a América (ya se sabe que los Reyes Católicos tuvieron un mandato muy “activo”). La mayoría de los judíos que no se convirtieron al cristianismo se trasladaron a Portugal, donde cinco años más tarde correrían la misma suerte que a este lado de la frontera.
Por tanto, los sefardíes o sefarditas son los judíos originarios de España y Portugal, así como sus descendientes, incluidos los actuales, cuyo interés por conocer más sobre sus raíces es bien conocido.
En la provincia de Zamora existían varias juderías. La más conocida de ellas es la que había en la propia capital, que se trasladó desde los Barrios Bajos (donde estaba la llamada judería vieja) al Barrio de la Lana (donde se encontraba la judería nueva) a principios del siglo XV, momento en el que se establece la separación física entre judíos y cristianos. De hecho, la capital cuenta con una ruta perfectamente señalizada que discurre por las calles, plazas y barrios en los que se asentaron los judíos.
Los restos del pasado judío de Zamora son escasos, aunque se han localizado varios lugares de referencia, como la ubicación de una sinagoga o el emplazamiento de un cementerio judío junto al bosque de Valorio. Algunos de estos yacimientos son muy discutidos y tal vez con el paso del tiempo se clarifique la cuestión.
Entre las personalidades más ilustres del pueblo judío en Zamora se encuentra el célebre rabino Isaac Campantón (s. XIV y XV), creador de un centro de estudios sobre la cultura hebrea y autor del libro “Los caminos del Talmud”, editado innumerables veces en distintos puntos de Europa, como Venecia, Amsterdam o Viena.
Naturaliste realiza visitas guiadas para mostrar la herencia sefardí de la capital, aunque también otras localidades de la provincia (todas ellas villas de cierta importancia) albergaron juderías. Es el caso de Benavente, donde la presencia de un templo judío ha dado lugar a la denominación de una de sus actuales calles: la Sinoga (sinoga es una variante popular de sinagoga). También existieron juderías en Alcañices (donde existe la llamada Peña de los Judíos), Villardeciervos, Fermoselle o Villalpando.
Desde Naturaliste estamos trabajando para ofrecer un recorrido turístico por todas estas localidades de pasado judío o sefardí, y de hecho lo estamos elaborando con objeto de poder ofrecerlo a nuestros clientes en breve. Dicho circuito incluiría la visita a localidades portuguesas, pues lo mismo ocurre al otro lado de la frontera, donde también hubo importantes juderías, como la de Bragança, ciudad que actualmente cuenta con el Centro de Interpretación de la Cultura Sefardita, que viene funcionando desde hace algo más de un año, y con el Memorial y Centro de Documentación Bragança-Sefardita, situados los dos en la popularmente denominada «calle de los museos» (rua Abílio Beça).
Caso curioso es el de Carção, localidad que incluso todavía hoy tiene una mezuzá y una menorá en su escudo de armas. Esta población portuguesa experimentó un importante crecimiento poblacional a finales del siglo XV y principios del XVI debido a que una parte nada desdeñable de los judíos expulsados por los Reyes Católicos recalaron en la zona: se calcula que cerca de 3.000. Inicialmente se asentaron en un lugar denominado Prado das Cabanas, cerca de Vimioso, y a partir de allí se fueron dispersando por toda la comarca y en particular en esta población. El motivo de que tantos judíos llegaran a Carção era, aparte de su situación, el hecho de que en esta población se celebraran ferias todos los meses.
Con los judíos llegaron, cómo no, sus costumbres y su cultura, que impregnaron la de esta población hasta convertirla en la “capital del marranismo” como se la ha llegado a llamar. El marranismo es la falsa conversión al cristianismo de los judíos, que en tal circunstancia se veían obligados a ocultar su fe. Es precisamente en este contexto en el que se cree que surge uno de los platos más típicos y singulares de esta región de Tras-os-Montes, la deliciosa alheira. Con su elaboración los judíos hacían ver que consumían carne de cerdo cuando, en realidad, la alheira contiene pan y carne de pollo, entre otros ingredientes.
Carção cuenta además con un espacio interpretativo, de reciente creación, dedicado a la presencia judía en la zona: el Museu Judaico. Este centro, como no, también formará parte de nuestro recorrido. Esperamos tenerlo listo en breve para que quien quiera pueda disfrutar de esta interesante ruta sefardí. Os mantendremos informados.
Fermoselle es una de esas localidades con encanto que encontramos en nuestra geografía. Sin embargo, todavía hoy, es poco conocida incluso por quienes visitan la provincia de Zamora. No obstante, paseando por sus calles se percibe con claridad que la villa se va volcando poco a poco con el turismo y también que cada vez recibe más visitantes.
Nosotros te vamos a explicar qué puedes ver, hacer y visitar en Fermoselle, la «capital» de las Arribes del Duero, al menos en su parte española, pues conocemos bien esta localidad. Además de que somos de muy cerquita le hemos enseñado toda esta zona a mucha gente en los últimos años en nuestros tours guiados por Arribes del Duero. Para los amantes del patrimonio, también ofrecemos la visita guiada a esta localidad dirigida por un guía oficial de turismo.
Vamos allá. Tal vez su recurso turístico más popular, al menos el que nosotros más trabajamos, sea el crucero por el Duero que sale muy cerca de Fermoselle, pero hay mucho más que ver. A destacar su rico patrimonio, sus pintorescas callejuelas, sus cientos de bodegas subterráneas y sus bellos miradores, pues hay que decir que es una de las pocas poblaciones de Arribes del Duero desde cuyo núcleo urbano se divisa el río y los cañones que lo flanquean, aunque aquí no tan angostos, estableciendo la frontera entre España y Portugal.
Lo primero que debes saber es que Fermoselle no tiene un lugar de interés que sobresalga sobre el resto o que sea objeto de peregrinación, como puede ser el castillo en Ledesma o el Pozo de los Humos en Masueco y Pereña. Aquí lo interesante es el conjunto, de hecho el pueblo está declarado conjunto histórico, especialmente por su arquitectura popular. Pero no solo el núcleo urbano merece una visita, sino también el paisaje circundante, aunque en ambos casos vamos a recomendarte ciertos «puntos calientes» que no te puedes perder.
Respecto a la situación geográfica de Fermoselle hay que decir que es absolutamente periférica dentro de la provincia de Zamora, lo que tal vez explique que sea un lugar todavía poco conocido, pues se encuentra en un rincón de la misma, lindante con Portugal y con la provincia de Salamanca; pero no solo son las divisiones administrativas las que lo arrinconan sino también los ríos Tormes y Duero, cuyos cañones forman el espectacular paisaje que vemos desde Fermoselle.
Pero ojo, dentro del parque natural, su posición es muy céntrica e incluso estratégica (de hecho cuenta con uno de los pocos enlaces a Portugal por carretera que hay en la zona), lo que lo convierte en el lugar ideal en el que alojarse para desde allí visitar los distintos lugares de interés de Arribes del Duero.
En las calles del pueblo, estrechas y algunas de ellas muy empinadas, la roca granítica es la gran protagonista. Se ha utilizado en todas las construcciones antiguas, que en buen parte también se apoyan sobre los grandes bloques de roca sobre los que se asienta la localidad. También se observan multitud de casas rehabilitadas y que en las construcciones nuevas de los últimos años se cuida mucho la imagen y la integración en el entorno. No tanto en as construidas en las últimas décadas del siglo XX. Recomendamos la visita a las calles Requejo o Isidro Cabezas y las subidas a Santa Colomba y de Fontanicas, esta última empedrada y de rancio sabor.
Una de las fortalezas de Fermoselle es que no es el típico pueblo precioso en el que no hay nada que hacer; al revés, dispone de todos los servicios que podemos necesitar, salvo que seamos muy exigentes, pues vamos a encontrar gasolinera, comercios, bares, tiendas de alimentación y recuerdos, restaurantes, entidades bancarias, oficina de turismo… y sobre todo multitud de alojamientos: hoteles, hostales, posadas y casas rurales. De hecho es la localidad más poblada de la comarca de Sayago y una de las mayores de toda la provincia.
Además nos ofrece su proximidad a Portugal (la frontera está a 8 km de Fermoselle), donde no solo podemos hacer turismo sino también compras. La localidad portuguesa más cercana es Bemposta, aunque a menos de 40 km se encuentran Mogadouro y Miranda do Douro, capitales de concelho y donde vamos a encontrar también multitud de servicios, siendo esta última, además, muy monumental.
Decíamos al principio que hay mucho que ver en Fermoselle pero es difícil destacar un elemento sobre el resto. Así es. De hecho, resulta de lo más gratificante simplemente transitar por sus empinadas callejuelas, entre casas y bodegas antiguas, construidas con piedra de la zona, muchas de ellas cerradas e incluso en venta. Son verdaderas joyas: ¡si tuviéramos dinero las compraríamos todas! No obstante, vamos a ir comentando algunos de los lugares de mayor interés:
Las bodegas: hay otro pueblo bajo el suelo
Fermoselle se conoce como «el pueblo de las mil bodegas», aunque hay quien afirma que en realidad existen bastantes más. Lo cierto es que las características de su suelo y clima han convertido a Fermoselle en un importante núcleo productor de vino. Junto a ello, se da la circunstancia de que el subsuelo del núcleo urbano también es favorable a la excavación de galerías. El resultado de todo ello no podía ser otro que el que tenemos en la actualidad: un pueblo cuyo suelo se encuentra totalmente horadado, tanto que a veces llegan a solaparse bodegas hasta en cinco niveles distintos (unas encima de otras).
Aunque la mayoría de ellas se encuentran en desuso (paseando veremos gran número de entradas, muchas incluso derruidas), es posible visitar algunas bodegas que todavía permanecen en activo. Quizá la más famosa de todas sea la del Pulijón, que pertenece a una peña (asociación recreativa) del pueblo. Desde Naturaliste te ofrecemos la posibilidad de visitar una de las bodegas que se encuentran a pleno rendimiento en Fermoselle, con degustación de vino incluida.
No debemos olvidar que esta zona cuenta con su propia denominación de origen (la DO Arribes) de la cual, una vez más, se puede decir que Fermoselle es el verdadero epicentro. Ni que decir tiene que no te puedes ir de esta tierra sin probar el vino de Arribes, que procede de variedades autóctonas, entre la que destaca la uva tinta Juan García, también llamada Malvasía Negra. También es recomendable adquirir el aceite de oliva que se produce en la localidad.
Las murallas y el castillo
En la plaza mayor de Fermoselle veremos una indicación que nos dirige al castillo, llamado de Doña Urraca porque fue escogido como lugar de retiro por la reina Urraca de Portugal. Y efectivamente se puede subir hasta él, pero esa denominación puede dar lugar a equívoco, pues de la antigua fortaleza apenas se conserva el nombre y unos pocos restos. Tan solo apreciamos una pequeña parte del lienzo de la antigua muralla, desmantelada para reutilizar sus materiales constructivos en viviendas y bodegas.
Eso sí, merece la pena acercarse hasta el castillo porque en ese punto tenemos un estupendo mirador a los Arribes (o las Arribes), situado además en un espacio muy agradable, en el que los veranos se monta una deliciosa terraza. La persona que ha acondicionado este espacio se llama Paco, al que tal vez nos encontremos por allí y con quien merece la pena conversar un rato para que nos hable del proyecto de recuperación del castillo que está llevando a cabo.
Del recinto amurallado casi podemos decir otro tanto, pues únicamente se conserva un arco ojival que rompía la continuidad de la muralla. Esta antigua puerta de acceso a la villa se encuentra entre las calles Sanjurjo y Requejo, por las que seguro vas a pasar.
Paisaje, vistas y miradores
Se trata, sin duda alguna, de uno de los puntos fuertes de la villa y sus alrededores. Estamos en el Parque Natural Arribes del Duero y eso se hace notar. Es más, en la parte zamorana del parque es el término de Fermoselle el que posee el terreno más fértil de todos los pueblos. Ello, unido al particular clima de la zona, permitió que alcanzasen gran extensión ciertos cultivos más propios de la mitad sur peninsular como el olivo, el viñedo o el almendro.
Ahora lo que se observa es una mezcla de paisajes naturales y culturales (creados por el hombre) verdaderamente interesante, aunque los primeros poco a poco se van imponiendo a los segundos por el abandono que sufren parte de las fincas que antaño se cultivaban.
Tanto en el pueblo como en sus alrededores disponemos de varios miradores que nos permiten contemplar la bella estampa que acompaña al pueblo. Por destacar uno de ellos, sobre todo por la facilidad para llegar a él, ya que se encuentra en el núcleo urbano y además está señalizado, recomendamos la visita al mirador del Torojón. Además de sus vistas, presenta una singular «escalera» con los peldaños excavados en la propia roca natural sobre la que se ha construido el pueblo.
El otro mirador que recomendamos, ubicado dentro del núcleo urbano de Fermoselle, es el del Castillo, del que ya hablamos, aunque en realidad hay varios más, como el del Terraplén, el de las Peñas o el de los Barrancos.
Fuera de la localidad (a unos 3,5 km) se encuentra un mirador que merece la pena visitar: es el mirador de las Escaleras. La mayor parte del recorrido se puede hacer en coche, concretamente hasta la ermita de Santa Cruz. Pero es preciso recorrer a pie la parte final, que curiosamente es un tramo de descenso, pues a diferencia de otros miradores en éste hay que bajar para llegar a él, ya que se encuentra relativamente cerca del río. Justo antes de llegar a él veremos un edificio en ruinas. Se trata de un antiguo puesto de carabineros, que en esta zona vigilaban la frontera y el contrabando que en ella pudiera haber.
Sugerimos a quienes seáis aficionados a contemplar bellos paisajes, y en realidad a cualquier visitante, que toméis la carretera (ZA-316) que se dirige a la localidad de Trabanca (Salamanca). Os llevará en un largo descenso entre bancales hasta el bello paraje de la Cicutina, por el que discurre el río Tormes, que cruzamos por el bello puente de San Lorenzo, en cuyas proximidades hay un merendero. Si no queremos repetir ruta podemos volver a Fermoselle por la presa de Almendra, la más alta de España, que cuenta con dos miradores cuyas vistas tampoco tienen desperdicio.
Otra buena opción es coger la carretera de Bemposta (CL-527), que desciende hasta el Duero y nos permite contemplar la desembocadura del Tormes, que tiene lugar en el paraje denominado Ambasaguas, todo un lujo para lo sentidos. En este caso retornaremos a Fermoselle por el mismo camino o bien nos internaremos en Portugal, pues hacer una ruta circular corta para volver por otra carretera es complicado, ya que el Duero nos lo pone difícil.
La «Casa del Parque»
Uno de los grandes atractivos de Fermoselle es la visita a la llamada Casa del Parque, que no es otra cosa que el centro de recepción de visitantes en el que nos introducirán y nos darán a conocer el parque natural en el cual nos encontramos: Arribes del Duero. En realidad, en todos los espacios naturales de Castilla y León el centro de recepción de visitantes se denomina Casa del Parque.
En el caso de Arribes, es tan amplio este espacio protegido que dispone de dos de estas «casas del parque», localizándose la otra en la parte salmantina, en el extremo sur del parque natural, concretamente en la localidad de Sobradillo.
Este centro de interpretación se encuentra en un edificio muy interesante; se trata de un monasterio franciscano del siglo XVIII, construido sobre las ruinas de una antigua iglesia de estilo románico. Por ello, es doblemente obligada la visita. La recomendamos especialmente «antes de haber visto nada» porque nos darán bastante información sobre lo que podemos visitar tanto en Fermoselle como en el resto del parque.
Patrimonio religioso de Fermoselle
Dentro de este grupo encontramos unas cuantas edificaciones de interés. La primera es la iglesia parroquial, situada en la plaza mayor y dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. Su origen es románico, aunque se encuentra muy modificada, como buen parte de los templos de aquella época, de hecho solo conserva dos portadas de este estilo tan característico del norte peninsular.
Otros templos de interés son la iglesia de Santa Colomba, situada en la zona más alta del pueblo, y la ermita de la Soledad, de origen románico y con unos curiosos modillones que representan cabezas humanas, ubicada junto al cementerio y al calvario, en la salida hacia Portugal (Bemposta).
También podemos visitar la ermita de San Albín (también llamada de Nuestra Señora de la Merced) o la de Santa Cruz (denominada igualmente del Santo Cristo del Pino), aunque el interés de ésta última reside más en su antigüedad y emplazamiento que en su valor artístico. No obstante, queda de camino hacia el mirador de las Escaleras, por lo que, si se va hasta él, no cuesta nada visitarla.
Crucero por el Duero en el embalse de Bemposta
Este paseo en barco es quizá uno de los recursos turísticos más potentes de Fermoselle y en general de las Arribes del Duero. En realidad la embarcación sale del otro lado del río, ya en terreno portugués (en el embarcadero Bemposta, muy próximo al poblado de Cardal do Douro), pero se le conoce popularmente como «el barco de Fermoselle» por su proximidad a la villa. Con Naturaliste puedes reservar tu crucero por el río Duero con salida en Fermoselle-Bemposta.
Se trata de un paseo en barco muy agradable que nos permite disfrutar de las Arribes «desde dentro». Su precio son 25€/persona y la duración del recorrido 2:30 h. Los visitantes suelen preferirlo al crucero ambiental de Miranda do Douro, aunque éste es mucho más conocido. También puedes probar los dos y escoger con cual te quedas.
Qué ver cerca de Fermoselle: lugares de interés próximos
Como has podido comprobar, hay mucho que hacer en Fermoselle. Pero si dispones de tiempo suficiente, también te vamos a recomendar otros lugares cercanos que no puedes dejar de visitar. Algunos de ellos ya los hemos comentado, como la cascada del Pozo de los Humos (a 41 km) y el conjunto histórico de Ledesma (a 58 km), en la provincia de Salamanca, o las localidades de Miranda do Douro (a 34 km) y Mogadouro (a 39 km), en Portugal.
Más cerca tenemos la cascada de la Faia da Água Alta, la cascada más alta de Portugal continental, a solo 20 km. También el bello alcornocal de Valduyán, en Fornillos de Fermoselle, o el mirador de la Peña del Cura, en Pinilla de Fermoselle. Otro mirador cercano que recomendamos es el de las Barrancas y la Virgen del Castillo (en realidad son dos), en Fariza. Aunque si de contemplar el paisaje se trata, os recomendamos esta estrada que habla sobre los mejores miradores de los Arribes del Duero.
Otros sitios que no te debes perder son, por supuesto, Zamora (a 64 km) y Salamanca (a 92 km).
Ahora ya sabes qué ver en Fermoselle y alrededores así que por nuestra parte solo desearte que disfrutes de esta bella localidad y pedirte que nos cuentes qué te ha parecido.
Hoy os hablamos de Miranda do Douro, una de las «joyas de la corona» de nuestro territorio de frontera. Nosotros la conocemos muy bien, ya que somos de muy cerca y además hemos enseñado toda esta zona a mucha gente en los últimos años en nuestros tours guiados por Arribes del Duero.
Lo cierto es que esta pequeñísima ciudad nos encanta a los españoles. A ella llegan a diario multitud de personas de distintos orígenes, edades e intereses y eso no sucede por casualidad. Este flujo de visitantes se debe a que son múltiples los atractivos que ofrece: una deliciosa gastronomía, la posibilidad de realizar compras, unas excelentes vistas al río Duero, varios monumentos de gran interés, numerosos eventos a lo largo del año, etc.
Todos estos aspectos (unos interesan más a algunos visitantes y otros más a otro tipo de turistas) los vamos a ir desgranando en detalle. Solo adelantar que buena parte de las actividades que realizamos desde Naturaliste se pueden llevar a cabo en Miranda do Douro y su comarca, lo cual dice bastante respecto del interés turístico que tiene esta población y su entorno. Entre ellas a destacar la visita guiada a la ciudad y, sobre todo, su famoso crucero por el Duero, que puedes reservar con nosotros.
Miranda do Douro es el epicentro del turismo en la «raya» entre España (las provincias de Zamora y Salamanca) y Portugal (el distrito de Bragança). Hay quien dice que esta localidad solo da para pasar un día. Nosotros nos resistimos a esa idea y creemos que tiene interés para disfrutar de ella durante todo un fin de semana. Si prestas atención a todo lo que te vamos a contar te darás cuenta de que igual hasta dos días se te quedan cortos.
La visita a la ciudad, además, se puede complementar con el descubrimiento de la región en la que ésta se incluye, la mítica Tierra de Miranda, un territorio lleno de cultura y tradiciones, que también se conoce como el planalto mirandês, aunque éste es un término más bien geográfico.
MIRANDA DO DOURO ES… NATURALEZA
Así es, Miranda se encuentra en un espacio protegido (el Parque Natural do Douro Internacional) y a escasos metros de otro (el Parque Natural de Arribes del Duero), que en realidad deberían ser uno solo, pero las divisiones administrativas, en este caso la frontera entre dos estados distintos, tienen estas cosas. Cada orilla del Duero pertenece a un país, así que el número de espacios naturales que tienen que ver con el río se multiplica automáticamente por dos.
El cañón que forma el Duero es sencillamente impresionante. Al inicio considerábamos de manera conjunta los valores naturales de este territorio y su interés paisajístico. Ello se debe a que esta zona es estupenda para disfrutar del paisaje. De hecho, varios de los restaurantes de Miranda do Douro tienen vistas al Duero. Imaginaos lo que supone degustar una posta mirandesa visualizando semejante estampa… Bueno, vamos a dejar este asunto para cuando hablemos de gastronomía.
Lo cierto es que ya hemos perdido la cuenta de los miradores con los que cuenta este espacio natural, tanto del lado de España como del de Portugal. Es curioso, porque mirador en portugués se dice miradouro, palabra que parece ser una contracción de Miranda y Douro. Bromas aparte, aquí tienes algunos de los miradores que puedes encontrar en los alrededores de Miranda do Douro (siempre del lado portugués). Nosotros te recomendamos especialmente uno, el de la Fraga do Puio, en la localidad de Picote, porque al encanto del mirador se suma la posibilidad de visitar el pequeño e inmediato Ecomuseu de la Tierra de Miranda, su famoso verraco (escultura vetona), y además resulta que el mirador tiene un grabado rupestre que refleja la figura de un arquero. En definitiva, que la visita a este mirador tiene chicha.
Al margen del paisaje, esta es una zona ideal para la observación de aves. Puedes hacerlo por tu cuenta, si eres aficionado al birdwatching, aunque desde Naturaliste también puedes reservar esta actividad.
Pero lo que es ya un clásico en la visita a Miranda es la realización de su crucero ambiental, un pequeño y relajado paseo en barco por las aguas embalsadas del Duero en el que nos hablarán de las especies más significativas de este espacio protegido, especialmente las rapaces que anidan en sus roquedos (buitres, águila real, alimoche, etc.) o la cigüeña negra. Puedes reservarlo aquí.
MIRANDA DO DOURO ES… GASTRONOMÍA
Portugal nunca defrauda en lo gastronómico y Miranda no podía ser una excepción a esta regla. De hecho, si hay un sitio donde es fácil comer bien y barato, ese es Miranda do Douro. Además la oferta hostelera es amplia y variada. Hay muchos sitios buenos donde comer en Miranda do Douro. También son variadas las especialidades que nos ofrecerán: bacalao (como siempre, preparado de mil formas diferentes), alheira, carnes a la brasa (cordero, churrasco, posta mirandesa, etc.).
Los aficionados al buen comer están de suerte porque, además de disfrutar de la gastronomía en la mesa de un restaurante, también es posible adquirir alimentos tradicionales de la región en sus comercios. A destacar los quesos, los embutidos, el aceite de oliva, la miel, etc. Como hay muchos restaurantes en Miranda do Douro y la mayoría de ellos son buenos, bonitos y baratos, no nos atrevemos a recomendarte uno en particular, simplemente te aconsejamos que no os presentéis muy tarde a comer, especialmente si se trata de días de mucha afluencia de gente, pues en ese caso probablemente os tocará esperar un buen rato para poder acceder a una mesa.
Además, a lo largo del año se celebran en la localidad distintas ferias y jornadas relacionadas con la gastronomía (en las que también tiene presencia la cultura local, la artesanía, etc.), eventos que suelen celebrarse durante el fin de semana. Es el caso de la Semana Gastronómica, el Festival «Sabores Mirandeses», la Feria de la «Bola Doce» (bollo dulce, diríamos en castellano), etc. Es muy recomendable hacer coincidir la visita a Miranda con la celebración de alguna de estas ferias.
MIRANDA DO DOURO ES… CULTURA
Ya decíamos al principio que Miranda do Douro y su comarca es una tierra rica en tradiciones. De hecho, la población local siente un fuerte orgullo de pertenecer a un territorio con esa riqueza. Diferentes manifestaciones populares tradicionales mantienen su pujanza y atraen el interés no solo de los especialistas (antropólogos, etnógrafos, etc.), sino de cualquier turista con inquietud por conocer mejor el lugar que visita.
La gaita de fole (o gaita de foles), la danza de los pauliteiros y la capa de honras o capa mirandesa, son algunos de los elementos más representativos de la cultura mirandesa. Pero entre todos destaca uno: la lhéngua mirandesa o mirandés, su particular lengua, hablada tradicionalmente en las aldeas próximas a Miranda aunque, curiosamente, no aquí, en la capital. Ello no impide que muchos de los rótulos, incluidas las descripciones de los principales monumentos, estén escritos también en esta lengua, emparentada con otras de España, pues pertenece al grupo asturleonés. Pese a todo, su reconocimiento oficial por parte del estado portugués es bastante reciente, pues data del año 1999.
Si tienes interés en saber un poco más sobre la cultura tradicional de esta tierra, es muy recomendable la visita al Museu da Terra de Miranda, que se sitúa en el mismo centro de la localidad y ofrece una completa colección de objetos locales: vestuario, telares, instrumentos, muebles de época, máscaras, etc.
Miranda también destaca por sus monumentos. De especial interés son sus murallas y castillo, y por otro lado su catedral. Sí, amigos, pese al pequeño tamaño de esta ciudad, tiene su propia catedral, y es que Miranda do Douro fue durante dos siglos sede episcopal, aunque en el siglo XVIII se trasladó a Bragança. En la actualidad, para que nadie se enfade, la diócesis se denomina de Bragança-Miranda. La catedral (sé, en portugués), de estilo manierista, suele estar abierta y la entrada, además de recomendable, es libre.
En su interior, dentro de una vitrina iluminada, se custodia una pequeña y curiosísima imagen, la del Menino Jesús da Cartolinha. A su alrededor vemos diversos atuendos que hacen de esta escena algo realmente llamativo. La imagen dice la leyenda que se talló en madera tras aparecerse un niño de esta guisa a los soldados portugueses mientras combatían contra las tropas españolas. El ánimo que les infundió permitió que lograran finalmente la victoria, y en su recuerdo tenemos esta imagen. También es destacable el retablo mayor de la catedral, del siglo XVIII, obra del español Gregorio Fernández.
En los alrededores de la catedral encontramos las ruinas de lo que fue el Palacio Episcopal de Miranda do Douro, hoy incorporado a la ciudad como un espacio público perfectamente acondicionado que nos permite disfrutar de un agradable paseo por lo que fue su claustro y el resto de instalaciones del antiguo palacio.
Respecto a las murallas y el castillo de Miranda do Douro hay que decir que las primeras se encuentran en mucho mejor estado de conservación que el segundo, a pesar de lo cual el castillo bien merece una vista igualmente. Pese a su indudable interés, el recinto amurallado pasa muchas veces bastante desapercibido para los visitantes, pues en gran parte de su perímetro sigue delimitando el núcleo urbano de la ciudad (igual que lo hacía en la Edad Media), con lo cual no se callejea entre las murallas, como sucede en las ciudades que en los últimos tiempos han experimentado un crecimiento mucho mayor.
Recomendamos también la visita a un par de iglesias, la de la Santa Cruz (barroca, del siglo XVI) y la de la Misericordia, de estilo manierista.
Finalmente queremos recomendaros la visita a la Casa de Cultura (ubicada en la antigua alfândega, o sea, aduana, de la ciudad), donde siempre hay alguna exposición interesante, muchas veces de autores locales, así como a una curiosa vivienda de época medieval situada en la calle Costanilha (muy cerca de la catedral). Esta casa tiene dos particularidades: la primera son las cuatro ventanas en esquina del edificio y la segunda es una representación erótica en una de las dos ménsulas que tiene en su fachada, y es que dicen que antiguamente fue una «casa de citas». Curioso.
MIRANDA DO DOURO ES… COMPRAS
Aunque lo hemos dejado para el final, no por ello este recurso turístico es el menos importante. Todavía hoy mucha gente acude a Miranda, sobre todo, para comprar en sus tiendas. Es verdad que ya no existe la diferencia de precios entre España y Portugal de antaño y que ahora podemos adquirir casi cualquier producto sin salir de casa, pero Miranda do Douro sigue siendo la capital de las compras, además con los productos de siempre, sobre todo ropa (pijamas, calcetines, etc.), toallas, sábanas, albornoces, etc. Pero también otras cosas, como navajas, herramientas, café, cacahuetes…
En el caso de Miranda do Douro la mayor parte de las tiendas (lojas, en portugués) se encuentran en la parte moderna de la ciudad, donde también hay varios restaurantes. Si entramos desde España, las encontramos a mano derecha, mientras que a la izquierda queda la parte histórica, donde también hay algunas tiendas más especializadas. Una zona y otra se encuentran prácticamente contiguas, así que es recomendable aparcar nuestro coche nada más llegar y movernos a pie por las calles de Miranda do Douro. Que nadie tema no entender el portugués al ser atendido en cualquier tienda de la localidad, pues en Miranda do Douro hablan tan bien el español como en cualquier parte de España.
QUÉ VER EN MIRANDA DO DOURO Y ALREDEDORES
Ya recomendamos, al hablar de la ciudad, la visita a la localidad de Picote (a 17 km de Miranda), especialmente su pequeño museo y el mirador al río Duero. Otro mirador que no puedes dejar de conocer son el de Paradela (a 11 km de Miranda, se trata de la localidad más oriental de todo Portugal), que además de los Arribes del Duero permite ver la presa de Castro de Alcañices y su impresionante poblado, hoy deshabitado.
Entre Miranda do Douro y Paradela encontramos la localidad de Aldeia Nova, donde se encuentra el Castro de San João das Arribas, un antiguo asentamiento cuyo origen se remonta a la época de los astures y en el que encontramos, además de la ermita de San Juan (São João), otro excelente mirador.
También merece la pena visitar el centro del burro mirandés, situado localidad de Atenor (a 27 km de Miranda). En este espacio, gestionado por la asociación AEPGA, trata de conservar la raza autóctona de burro mirandés, para lo cual, entre otras cosas, organiza visitas al centro y promueve el apadrinamiento de estos animales, que han perdido su antigua utilidad. También podemos ver estos animales en el PINTA de Vimioso.
En relación a los eventos que tienen lugar anualmente en la Tierra de Miranda, son de destacar tres importantes romerías: la de Nuestra Señora de la Luz (en Constantim/Moveros), la de Nuestra Señora del Naso (en Póvoa) y la de la Santísima Trinidad (en Fonte de Aldeia), todas ellas tienen lugar en parajes de extraordinaria belleza natural, siendo especialmente multitudinaria la primera de ellas, por su carácter internacional, al desarrollarse en la misma frontera.
Esperamos haberte ofrecido la información suficiente para planificar tu viaje a Miranda do Douro y su comarca. Nosotros creemos que es un destino muy recomendable y que merece la pena visitarlo, así que ya sabes: ¡Miranda te espera! Una vez hayas estado, también puedes contarnos tu experiencia: ¿qué te ha parecido?
El Centro del Lobo Ibérico (desde 2018 ha pasado a denominarse Centro del Lobo Ibérico Félix Rodríguez de la Fuente), situado en la Sierra de la Culebra, en concreto en la localidad de Robledo, en la comarca de Sanabria (Zamora) es un centro de interpretación dedicado a esta especie animal tan emblemática.
Las dimensiones del Centro del Lobo Ibérico son desde luego mucho mayores que las de otros espacios de este tipo y su equipamiento didáctico también es bastante completo. Pero el mayor atractivo del centro radica en que ofrece la posibilidad de ver con gran facilidad los lobos que habitan en el recinto.
El Centro del Lobo Ibérico permite realizar una visita libre o guiada, aunque desde Naturaliste ofrecemos, además, una visita guiada un poco más completa que la estándar, pudiendo complementarla con actividades relacionadas con el animal tanto dentro como fuera de este espacio interpretativo.
Para los que no hayáis visita aún el Centro del Lobo, vamos a daros unas pinceladas que os permitirán haceros una idea de lo que os vais a encontrar en Robledo.
Lo cierto es que el Centro del Lobo Ibérico siempre ha estado envuelto en polémica. Ya lo estaba incluso antes de su creación. Allá por 2013, años después del inicio de las obras, que se paralizaron (o ralentizaron) por largo tiempo, casi nadie daba un duro por verlo abierto. Y ello a pesar de la enorme inversión que el proyecto había supuesto (dicen que, en total, se han invertido más de 5 millones y medio de euros en el centro). Pero finalmente abrió sus puertas en octubre de 2015 para júbilo de muchos y por desgracia para otros.
Lo cierto es que la Reserva de la Sierra de la Culebra necesitaba como el comer un centro de recepción de visitantes. El Centro del Lobo Ibérico no lo es exactamente, aunque hace las veces de ello. No lo es porque la temática en la que se centra no es el espacio en sí (la sierra) sino su especie más emblemática (el lobo). Y tampoco lo es por el lugar en el que se encuentra. Creemos que un centro de Interpretación de la Sierra de la Culebra debería de ocupar una posición más central en el espacio. Una población como Villardeciervos sería, tal vez, el lugar más indicado para un centro así; pero no lo hay, de momento solo tenemos este centro dedicado al lobo, seguramente un reclamo más fuerte que la propia sierra. El motivo de que se hiciera aquí y no en otro lugar fue la iniciativa del Ayuntamiento de Puebla de Sanabria, al que debemos en gran medida que en centro exista.
Al Centro del Lobo Ibérico se le ha criticado (y se sigue criticando) por dar una imagen del animal que no se corresponde con la realidad (lobos que acuden a la presencia de una persona que les da de comer y que se muestran dóciles e incluso cariñosos con sus cuidadores) y también por mantener a estos animales “encerrados” en un espacio relativamente pequeño. Hubo incluso quien dijo que las empresas que se dedican a observar al lobo en libertad tenían sus horas contadas con la apertura del Centro del Lobo. Pero está claro que se equivocaba.
Más de tres años después de su apertura toca hacer balance. En primer lugar hay que tener presente que hasta el año 2015 era complicado ver un lobo, al menos para el “gran público”, pues las actividades de observación de lobo en libertad requieren de un pequeño esfuerzo (madrugar, muchas veces aguantar el frío a pie quieto) y normalmente de insistencia (en ocasiones hay que hacer varias esperas para poder verlo). Esto, cuando el azar quería, generaba una cierta frustración en algunos turistas pero, sobre todo, había una gran masa, no especialmente interesada en el lobo, que ni lo intentaba.
Hoy, sin embargo, tras la apertura del Centro del Lobo Ibérico, no solo todo el mundo consigue ver e incluso fotografiar a un animal mítico como es el lobo ibérico, sino que multitud de gente que nunca hubiera tratado de verlo en libertad ahora se lleva un muy buen sabor de boca con la visita al centro. Esto lo podemos decir con conocimiento de causa, pues con Naturaliste han sido multitud de grupos los que han descubierto este animal, su biología y toda una cultura ancestral ligada a él, a través de la visita al centro. Y además las actividades de observación de lobos en libertad siguen realizándose, de hecho cada vez más visitantes las demandan.
Por tanto, las sensaciones y comentarios tras la visita al Centro del Lobo Ibérico hablan por sí solas. Este espacio interpretativo consigue despertar en los visitantes la curiosidad por el mundo del lobo. El equipamiento que posee, que hace especial hincapié en la relación entre el animal y el hombre en la Sierra de la Culebra (tan interesante o más que la biología del lobo, de la que también se habla bastante), se complementa a la perfección con la posibilidad de ver a los animales desde los observatorios. De especial interés son las sesiones de manejo que realiza para los visitantes Carlos Sanz, persona que no solo sabe y cuenta, sino que además transmite, y le hace a uno salir de allí sabiendo bastantes más cosas del lobo de las que conocía antes de entrar.
Además, el trato dado a los animales es excelente. En el propio centro nos advierten de que donde mejor están es precisamente allí dentro, pues la mayoría de esos ejemplares se han criado en cautividad, por lo que en libertad no podrían valerse por sí mismos y con seguridad durarían bien poco. Aún así, en mayo de 2016 hubo un intento de liberación que terminó mal, bastante mal, como se puede comprobar en la hemeroteca.
La visita al Centro del Lobo en ocasiones forma parte del itinerario de los tours guiados por la Sierra de la Culebra y por Sanabria que organizamos para grupos.
Finalmente nos gustaría que nos contases tu opinión y experiencia con respecto al centro. ¿Qué te ha parecido? ¿Te ha gustado?
Continuamos con nuestra descripción de algunos de los alimentos más típicos y representativos de la gastronomía de este territorio de frontera. Creemos en los productos de nuestra tierra y los damos a conocer pero es que ¡en verdad están muy ricos! Hoy hablamos de una joya de nuestra repostería: las famosas rosquillas de Ledesma,también llamadas rosquillas ledesminas, pues ledesmino es el gentilicio de esta localidad.
Aunque las rosquillas de Ledesma pueden adquirirse en diferentes lugares (sobre todo en las provincias de Zamora y Salamanca, pero también en ferias agroalimentarias de otros territorios), nosotros recomendamos aprovechar la ocasión para visitar Ledesma, cuna de este producto gastronómico y localidad monumental, de gran interés turístico, situada en la provincia de Salamanca pero casi inmediata a la comarca zamorana de Sayago. Se encuentra también muy próxima al Parque Natural Arribes del Duero.
En la propia Ledesma se realiza todos los años una feria de artesanía y alimentación, que es la excusa perfecta para conocer el pueblo y sus deliciosas rosquillas. Del éxito que tiene este producto da buena cuenta el hecho de que hay unas cuantas empresas locales que se dedican a su elaboración y venta (algunas con más de siglo y medio de antigüedad). Nosotros hemos probado el producto de varias de ellas y todas mantienen el nivel, así que no nos decantamos por ninguna.
Estas rosquillas tienen un sabor especial; como siempre, es mejor probarlas que intentar comprender cómo saben leyendo un escrito. Su secreto está en la elaboración artesanal y en la tradición. Son bastante dulces, pero no empalagosas; crujientes y compactas, pero no duras; sabrosas, pero no tienen un sabor muy fuerte. Y son tan pequeñitas que es muy fácil aumentar o disminuir la ración: puedes comer tres rosquillas o cuarenta. También duran mucho tiempo: desde luego no son un producto perecedero (entre otras cosas, porque es común que te termines la bolsita de un tirón).
Precisamente por hacerse de forma artesanal, no hay dos rosquillas de Ledesma iguales: unas son más grandes y otras más pequeñas, las hay más y menos tostadas, etc. Respecto a sus ingredientes, simplemente se hacen con huevo, leche, manteca de cerdo, harina de trigo y azúcar.
Las rosquillas de Ledesma se comercializan casi siempre en bolsa de plástico transparente. De hecho, una de las carencias que observamos es que su presentación no siempre está todo lo cuidada que debería. No es que esto afecte al producto final, pero pensamos que estas rosquillas mejorarían sus ventas si su imagen fuera más atractiva para el cliente.
Acerca de su origen la verdad es que poco se sabe, a diferencia de las alheiras, de las que escribimos recientemente.
Dinos: ¿Qué te parecen estas rosquillas?
La alheira es un embutido típicamente portugués. En concreto es tradicional en Tras os Montes, esa región que tenemos aquí al lado, donde (en algunas localidades) también se denomina tabafeia. Precisamente el tema de su nombre (bien sea alheira o tabafeia) es el que hace que muchos españoles no lo prueben cuando la ven en las cartas de los restaurantes, al desconocer de qué plato se trata: craso error. Eso sí, no es la típica salchicha, es un embutido ahumado y tiene mucha más «historia», como vas a comprobar.
La más afamada de todas es la llamada alheira de Mirandela (que dispone de su propia IGP), aunque podemos encontrar alheiras de calidad en diferentes lugares (Mirandela es una pequeña ciudad, digna de visitar, perteneciente al distrito de Bragança). Tanto si se compra en un mercado para hacer en casa como si se pide en un restaurante, no se trata de un plato caro, al contrario, suele tener una buena relación calidad-precio.
¿Qué ingredientes tiene?
Los ingredientes más habituales son pan, ajo, pimentón, sal y carne picada (aunque en ocasiones encontramos «tropezones» de cierta entidad dentro de la alheira, pues el picado nunca es muy fino, lo cual genera una textura compleja y especial). El resultado final es que su interior está constituido por una pasta fina que integra los trozos de carne. El tipo de carne que se utiliza no es siempre el mismo; tal vez lo más típico es emplear carne de pollo (o de otras aves, como por ejemplo pavo) a veces mezclada con carne cerdo, que hace que la alheira resulte más jugosa, pero también la podemos encontrar elaborada con carne de ternera.
En algunas ocasiones incluso encontramos a la venta la llamada alheira de caça. Ésta, como su propio nombre indica, suele incluir carne de caza: jabalí, perdiz, etc. Pero también está muy de moda la alheira de porco bísaro, raza autóctona de cerdo de la zona de Tras os Montes
En alguna ocasión hemos probado alheiras vegetarianas, e incluso con cogumelos (setas), pero no es lo más tradicional.
¿Cómo se consume?
Es un embutido que debe asarse o freírse previamente, como la chistorra. En ocasiones se hace a la plancha. Si lo has comprado en una feria, no vayas a comerlo crudo, que no es un salchichón. Nosotros recomendamos probarlo en cualquier restaurante primero, antes de adquirirlo para llevar, pues así nunca tendremos dudas de si nos ha quedado bien hecho (aunque tampoco es que freírlas tenga mucha ciencia) y además sucede que a muchos españoles es un plato que no les termina de convencer, ¡aunque a nosotros nos encanta!
Si la vamos a freír en casa, es recomendable darle antes un corte o unos pequeños pinchazos, por ejemplo con un tenedor. Normalmente la piel tiende a retirarse sola. Y cuando ya esté hecha conviene quitarle algo de aceite colocándola sobre papel de cocina, pues suele absorber bastante cantidad.
En los restaurantes es muy frecuente que se presente acompañada de arroz blanco (tan típico de la gastronomía portuguesa) y un huevo frito, aunque a veces se sirve sola o con verduras.
¿Cuál es el origen de la alheira?
No todos los platos tienen detrás una historia tan interesante como éste, desde luego. Según la tradición, la alheira era consumida por los judíos que no fueron expulsados de Portugal, haciéndose pasar por cristianos conversos (los llamados cristianos nuevos). Estas comunidades mantenían obviamente la prohibición de comer carne de cerdo, pero para no ser descubiertos debían aparentar consumirla en embutido, que realmente hacían con carne de ave.
Respecto a la denominación más extendida de este embutido, alheira, se debe a uno de sus principales ingredientes, el ajo (alho, en portugués). En una traducción literal al castellano, el plato se denominaría *ajera, pero nadie lo ha traducido, lo cual nos parece un acierto. Simplemente tienes que tener presente, para pronunciar debidamente esta palabra, que lh en portugués equivale a ll en castellano. La aclaración viene porque muchos españoles, al leerlo en las cartas de los restaurante portugueses, pronuncian erróneamente «aleira», cuando debe decirse «alleira».
Solo nos queda preguntarte: ¿la has probado? ¿Te ha gustado?
¿Qué nos vamos a encontrar en el Pozo de los Humos?
La visita nos coloca ante un espectáculo ofrecido por la Madre Naturaleza: el Pozo de los Humos es una impresionante catarata que forma el río Uces en su discurrir hacia el Duero (la desembocadura en el Duero/Douro se encuentra como a un par de kilómetros más abajo de la cascada), cuya altura ronda los 50 metros, la misma longitud que tienen las famosas cataratas del Niágara. Se encuentra en el parque natural Arribes del Duero y nosotros la conocemos muy bien, ya que somos de muy cerca y además hemos enseñado tanto la cascada como toda la zona a mucha gente en nuestros tours guiados por Arribes del Duero.
El agua se precipita entre las rocas, emitiendo una espectacular neblina de agua pulverizada, a medio camino entre el vapor y la lluvia fina (de ahí ese nombre de los humos). Lo cierto es que las cascadas siempre llaman nuestra atención; sin saber muy bien por qué, la caída del agua tiene algo que nos atrae, y cuando se trata de una tan espectacular como ésta, esa sensación es mucho mayor.
¿Cuál es la mejor época para visitarlo?
Depende. Nos gustaría darte una respuesta más concreta, pero no es posible. Cada año es diferente. Desde luego la espectacularidad del Pozo de los Humos es muy estacional. Hay quien lo visita en julio y se lleva un chasco. Obvio que la cascada iba a estar seca. Tal vez deberían haber leído esto antes. Otros dicen que el paraje también es bonito aunque vayas en agosto, cuando la cascada brilla por su ausencia. Y es verdad, pero mejor ve, si puedes, cuando el agua abunda y la catarata impresiona.
El caudal del río Uces no es precisamente muy constante a lo largo del año, así que para ver la cascada en pleno apogeo es importante estar atento a la meteorología, en concreto, a las precipitaciones de los meses y semanas anteriores a nuestra visita. También ocurre que a finales de primavera, y lógicamente también durante el verano, en los cañones de las Arribes del Duero suele hacer bastante calor, así que no es el mejor momento del año para acercarte, ya que casi seguro que vas a tener que andar un buen rato.
Ya puestos sobre aviso, vamos a mojarnos un poco. Si la corriente del río es abundante, tal vez el mejor mes para visitarlo es abril porque el paisaje es más generoso, sobre todo a finales, o incluso a principios de mayo, aunque en este segundo caso es más complicado que para entonces el caudal todavía se mantenga alto. Más seguro es que la cascada esté a tope en marzo, pero recuerda, entérate en todo caso de cómo han ido las semanas y meses anteriores en cuanto a precipitaciones y no te equivocarás en la elección de la fecha.
¿Cómo llegar al Pozo de los Humos?
A la cascada se puede llegar desde dos sitios diferentes. Cada una de estas dos rutas parte de una localidad: una sale de Masueco y la otra de Pereña. En ambos casos podemos avanzar unos kilómetros en coche, si así lo preferimos, pero debemos completar la parte final del recorrido a pie. Si no se dispone de tiempo suficiente, nosotros recomendamos visitarlo desde Masueco (es la opción más corta y la mayoritaria entre los visitantes al Pozo de los Humos) aunque, cuando es posible, conviene aproximarse a la cascada desde los dos pueblos, pues son visitas complementarias.
También recomendamos hacer el recorrido completo a pie, pues en ese caso la meta resulta más reconfortante. De cualquier manera, Masueco y Pereña están muy cerca. De hecho, al ir de uno a otro en coche se atraviesa el propio río Uces, cuyo cañón y paisaje es imposible no admirar en el desplazamiento entre las dos localidades. Eso sí, para los que busquen la foto, desde luego es obligado el acceso desde Pereña, pues la clásica vista de la cascada solo se puede obtener desde allí. Y mejor si es en la segunda mitad del día, pues el sol cayendo hacia el oeste será nuestro aliado si lo vemos desde el lado de Pereña.
Ruta al Pozo de los humos desde Masueco.
El inicio del recorrido está indicado y es perfectamente visible. Cuando llegamos a la iglesia de Masueco, situada junto a la carretera principal, giramos a la derecha (si venimos desde Pereña o Vitigudino, que es lo más habitual) o bien a la izquierda (si llegamos desde Aldeadávila). Al fondo de la calle otro cartel nos dice que, si vamos a pie, debemos continuar por la izquierda, y si lo hacemos en coche, por la derecha. En este segundo caso hay que decir que el camino, pese a no estar asfaltado, se encuentra en buen estado para un vehículo cualquiera (aunque recomendamos no utilizarlo si ha llovido en cantidad el día anterior o esa misma noche, porque no deja de ser un camino de tierra).
En su parte inicial el camino para vehículos es bastante llano aunque después va ganando inclinación descendente. A los lados del camino empezamos a disfrutar de la riqueza botánica de este Parque Natural de Arribes del Duero: encinas, retamas, madroños, rebollos y quejigos nos acompañan en nuestra pequeña peregrinación hacia la cascada, en vecindad con cultivos de olivo, almendros y algún que otro castaño. Hacia final del invierno, si las lluvias han sido abundantes, al espectáculo de la cascada hay que sumar el del almendro en flor.
En vehículo podemos avanzar algo más de dos kilómetros, hasta llegar a un aparcamiento en el que vemos el primer panel informativo y un merendero. A partir de ese momento es preciso continuar a pie. Al principio el desnivel es considerable, aunque se va reduciendo conforme descendemos. Bajar el kilómetro que hay desde el aparcamiento hasta el Pozo de los Humos es sencillo, pero la pendiente seguirá esperándonos cuando retornemos al coche. De nuevo, multitud de plantas adornan el paisaje y nos recuerdan que el clima de estos cañones es eminentemente mediterráneo: enebros, madreselvas, más olivos, zumaque, etc. Las vistas son increíbles; solo los tendidos eléctricos afean levemente la panorámica que crean estos acantilados graníticos. Pese a los millares de personas que visitan el Pozo de los Humos anualmente, resulta llamativo que en el camino apenas se ve basura. En esto se nota que los visitantes son, en su mayoría, amantes de la naturaleza y personas respetuosas con el entorno.
Conforme nos aproximamos al Pozo de los Humos vamos recibiendo un anticipo de lo que nos espera: una cascadita al otro lado del río nos avisa de que aquella que hemos venido a ver está ya muy próxima a nosotros, de hecho su sonido es cada vez más notorio. Es fácil ver algún que otro buitre surcar el cielo al que parecen querer subir las gotas de agua que nos salpican desde el Pozo de los Humos. En ciertas ocasiones se forman en los alrededores de la catarata pequeños arcoíris que nos sorprenden con sus colores.
Hemos llegado a la cascada, sobre la cual se suceden los miradores, aunque uno destaca por encima de todos. Se trata de la plataforma que, suspendida en el aire, nos coloca frente a donde se inicia la caída del agua. Desde luego no es apta para quien tenga vértigo. Por otra parte, en épocas de máxima aglomeración casi hay que pedir vez para hacer la foto o el selfie de turno. Precisamente por ello recomendamos ir entre semana, aunque nos ha pasado que si el Pozo de los Humos está a tope, incluso en ese caso podemos encontrar mucha gente visitando la cascada.
Éste es el momento de disfrutar de esta impresionante cascada. A la vuelta, tras subir ese kilómetro a pie que antes bajamos, si retornamos al pueblo en coche debemos hacerlo por un camino diferente a por el que llegamos. Está también en buen estado, aunque hacia la parte final hay algún bache, por lo que conviene ir despacio. Si regresamos a pie hay dos partes compartidas con el recorrido en vehículo (la parte inicial y la final), mientras que el tramo intermedio es solo para peatones y resulta tremendamente ameno. Caminaremos por un estrecho caminito entre muros de piedra, a tramos con algo de sombra (si estamos en el buen tiempo) de unos castaños que nos alegran, más aún si cabe, la vista.
Ruta al Pozo de los humos desde Pereña.
Poco después de entrar en la localidad de Pereña (independientemente de dónde vengamos) hemos de tomar un camino que sale junto al frontón del pueblo, muy cerca también de la piscina municipal. Allí mismo un rótulo nos indica la dirección que hemos de seguir y nos invita a visitar otra cascada célebre, aunque menos conocida: el Pozo Airón. Igual que ocurría en Masueco, podemos hacer el recorrido a pie, si bien es más largo, o en coche. La mayor parte de la gente avanza los tres primeros kilómetros con su vehículo, hasta llegar al primer aparcamiento, y más tarde continúa a pie.
En la etapa final del invierno y durante toda la primavera, el Parque Natural, para evitar molestias a la fauna, prohíbe el paso a vehículos desde el citado aparcamiento, situado a unos 3 km del pueblo, en el que los coches pueden disfrutar de la sombra de los grandes chopos que allí crecen. El resto del trayecto hay que hacerlo caminando, aunque el resto del año sí que podemos aproximarnos hasta un segundo aparcamiento. En cualquier caso, recomendamos dejar los coches en el primero, pues desde allí queda solo un kilómetro y medio hasta el mirador. Ya cerca de él, unas sogas delimitan la parte final del camino. Nuevamente está prohibido salirse de él en la citada época.
Esta misma limitación la vamos a encontrar en otros caminos que parten de los principales por los que hemos transitado, pero especialmente ocurre cuando llegamos al ansiado mirador de Pereña, pues aunque desde él las vistas del Pozo de los Humos son espectaculares, hay quien desciende hacia el río en busca de otra panorámica, con el consiguiente riesgo de ocasionar molestias a la fauna, en especial a los buitres que anidan al otro lado del cañón del río Uces, que podemos ver a simple vista (aunque mejor si utilizamos prismáticos).
Desde este mirador obtenemos la clásica panorámica del Pozo de los Humos. Foto de postal, impresionante cuando la cascada está a tope. En el propio mirador hay un panel que interpreta todo lo que vemos (o lo intenta, porque incluye un montón de tecnicismos que no ayudan a entender el paisaje: ígneo, penillanura, Paleozoico, etc.). En él aprendemos, eso sí, que la cascada «secundaria» del Pozo de los Humos, la que solo existe cuando hay mucha agua, se llama el Pozo de las Vacas. Al otro lado tenemos otra cascada, más escasa en caudal, pero cuya altura es el doble que la del Pozo de los Humos. La forma el regato de la Cribera.
Algunas consideraciones finales
Aunque tanto Masueco como Pereña son dos pequeñas localidades, disponen de la mayor parte de los servicios que el visitante puede demandar (y si no, muy cerca se encuentran Aldeadávila y Vitigudino, en los que se puede decir que hay de todo), especialmente alojamientos y restaurantes. De hecho, el turismo que viene atraído por esta impresionante cascada contribuye en buena parte a mantener estos servicios.
Ambas localidades, situadas en el noroeste de la provincia y, como ya se ha dicho, dentro del Parque Natural de Arribes del Duero, forman parte de la comarca tradicional salmantina de La Ribera. De hecho, el nombre oficial de Pereña es Pereña de la Ribera (en este mismo pueblo hay un bar llamado La Ribera), que de alguna manera atestigua la pertenencia a esta comarca de toda la vida, aunque en los últimos años su existencia parece haberse desdibujado en favor de la denominación las Arribes, que en realidad es un concepto diferente.
Se trata, en todo caso, de un territorio muy interesante cuya visita es recomendable más allá de la existencia del Pozo de los Humos. En las calles y campos de estos pueblos encontramos edificaciones tradicionales (viviendas, construcciones agroganaderas de piedra, pequeños puentes, etc.) que convierten a este territorio en todo un museo al aire libre, lo que se suma al interés que de por sí tiene su incuestionable riqueza natural y su gran biodiversidad.
Viajes organizados y visitas guiadas al Poso de los Humos
Desde Naturaliste, dentro de nuestras actividades de naturaleza y ecoturismo, llevamos varios años realizando excursiones en autobús (en colaboración con agencias de viajes) al Pozo de los Humos. Estas salidas suelen partir de algunas de las ciudades más próximos (Salamanca, Zamora, León, Valladolid, etc.) y, cuando nos da tiempo, solemos aprovechar también para visitar otras cascadas (como el Pozo Airón, el Cachón de Camaces) o miradores (el Fraile, la Code, Ermita de Nuestra Señora del Castillo, etc.) de la zona en el mismo viaje. Si quieres saber cuál es la próxima excursión o conocer el estado de la cascada, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.
Más cosas para ver en la zona
Naturalmente, el parque natural Arribes del Duero no es solo el Pozo de los Humos, aunque éste es tal vez el atractivo turístico más conocido de este espacio natural. En primer lugar hay que decir que se pueden visitar otras cascadas próximas, como el mencionado Pozo Airón o el Cachón de Camaces (situado en el interesantísimo Puerto de la Molinera) o la Faia da Água Álta, ya en terreno portugués. Localidades cercanas al Pozo de los Humos que no puedes dejar de visitar son, por ejemplo, Fermoselle (Zamora), San Felices de los Gallegos (Salamanca), Castelo Rodrigo (Portugal) y Miranda do Douro (Portugal).
También merece la pena realizar alguno de los cruceros por el Duero que se ofertan en el parque natural y que nos van a permitir disfrutar de él desde el interior del propio río. Aunque si se trata de contemplar el paisaje, lo ideal es visitar varios de los excelentes miradores con los que cuenta el parque. Otra opción interesante es visitar algunos de los castros más interesantes que hay en la zona, como el de las Merchanas o el de Yecla de Yeltes.
Cada vez son más los estudios que nos hablan de los beneficios de la naturaleza sobre la salud y el equilibrio de las personas. Un caso paradigmático lo encontramos en el impacto positivo que genera el contacto con la naturaleza en los niños, sobre todo en aquellos que viven en ambientes muy urbanos.
De la misma manera está más que demostrada la influencia positiva en nuestro bienestar (especialmente en la salud mental) de la presencia del arbolado en los pueblos y ciudades.
Recientemente no sorprendía una noticia, en la que se afirma que en Escocia los médicos «recetan naturaleza». Parece algo descabellado, o al menos un poco extravagante, pero tiene todo el sentido.
Desde Naturaliste estamos ampliando nuestra oferta de actividades de naturaleza y agroturismo para dar cabida a otras nuevas, centradas en los beneficios de la naturaleza (a través del contacto con ella) sobre nuestra salud, así como en aprender a contemplar el paisaje, a mirarlo con “otros ojos”, para disfrutar de él con los cinco sentidos. Por eso recientemente hemos añadido a nuestro catalogo los baños de bosque.
Esta propuesta surge a raíz de lo que hemos observado, sobre todo cuando nos visitan familias con niños, al realizar ciertas actividades al aire libre (especialmente pastor por un día y naturaleza en familia). En ese caso los animales domésticos y los más pequeños interactúan de una forma absolutamente espontánea, a la vez que se construyen sensaciones nuevas. También intentamos aplicar estas prácticas y conocimientos en las rutas interpretativas, concebidas precisamente para entender qué pasa ahí fuera.
En relación a este nuevo campo de trabajo (para nosotros), una de nuestras colaboradoras nos ha regalado este estupendo texto sobre su experiencia en la contemplación de la naturaleza y el paisaje que ahora compartimos con vosotros:
Con los cinco sentidos; date tiempo
[Todo esto que expreso lo aprendí a través de Joaquín Araujo y ahora lo experimento con gran placer a través del paisaje. Espero que, como a mí, os sirva para aprender a vivir cualquier momento presente].
Un día, cuando llegué a casa después de un paseo a través del paisaje, me pregunté ¿qué es lo que me ha proporcionado este paseo? ¿Aprendí algo nuevo? Quizá sí. ¿Contemplé? ¿Observé y me sentí observada? ¿Hubo pasión en mi caminar…? No, porque caminé solo porque me contaron que es bueno caminar, llenarme de oxígeno; pero entonces… ¿qué fue de mis cinco sentidos en ese paseo? Si no vi, olí, escuché, probé o sentí algo en mi piel ¿podía decir que había estado en el paisaje? No, porque en mi caminar apresurado no conseguí eliminar el continuo rosario de pensamientos que no es sino un monólogo mental interminable que me transporta ora al pasado ora al futuro, eliminando el aquí y el ahora.
Me sentí inquieta por haber desaprovechado estúpidamente el gran regalo que el paisaje me ofrecía en aquel precioso momento. Más tarde, a través de Raúl Vacas, en Rodasviejas (Salamanca), tuve la suerte de conocer y leer al sorprendente naturalista Joaquín Araujo y su libro El placer de contemplar. Con él aprendí que, efectivamente, es obligado transitar un paisaje con los cinco sentidos alerta y con la seguridad de que la continuidad del mundo depende de cómo lo contemplemos. Esto último me conmocionó y decidí aprender con él sobre nosotros, sobre Natura, los sonidos, las aves, las plantas y, sobre todo, a “vivir el momento” con los cinco sentidos.
Alguien dijo que en la carrera de la filosofía solo gana aquel que puede correr más despacio, o aquel que alcanza el último la meta. Esto mismo ocurre cuando se trata de descubrir todo lo que el paisaje nos ofrece. Cuando contemplamos con calma, el tiempo se disuelve y entonces aprendes diez veces más que buscando y cien más que persiguiendo; pero contemplar no es fácil, pues requiere del esfuerzo de vivir el momento con los cinco sentidos y no estamos acostumbrados a eso.
Y es cierto que, cuando a la velocidad y al ruido oponemos el silencio de la contemplación serena, se produce el prodigio de que la inmensidad del paisaje se refugia en nuestros ojos porque se hace cierto que lo mirado nos mira y entonces, tanto el color de la hoja verde observada, el paso del agua cristalina, el vuelo del ave, la pradera, la curva de la suave colina, el viento en nuestra piel, tocar el tronco del árbol, escuchar la lluvia y el deshielo o pisar la hojarasca, todo, hasta el paisaje entero se hace uno con nosotros y descubrimos que no estamos solos porque somos parte del Todo. Y si no sentimos que lo mirado nos mira, es que no miramos. Si nos enamoramos del otoño, dice Joaquín, es simplemente porque sus colores se han enamorado del color de nuestros ojos. ¡Y eso es preciosamente cierto!
Contemplar es viajar hacia los colores y descubrir que nuestros sentidos tienen sentido. Conseguimos comprender esto cuando olvidamos lo aprendido y los conocimientos ya no intervienen y empieza nuestro viaje hacia la transparencia donde se disuelven los egos, las distancias, los ruidos mentales, el tiempo…
No hay engaños posibles en la contemplación, ni luchas, ni noticias falsas, ni problemas que resolver; saber que de Natura solo nos llegan comunicados válidos que nos obligan a vivir el aquí y el ahora, es decir, nos anima a vivir el único instante en que tiene lugar la vida ya que el pasado no puede volver a vivirse y el futuro no existe todavía. Creedme cuando os aseguro que contemplar el paisaje desde el momento presente y con los cinco sentidos es penetrar en una dimensión mágica.
Albert Camus dijo: “cuando reconoces la pertenencia a todo eso que miras, escuchas y sientes, empiezas a pertenecerte y a reconocerte”.
Date tiempo, esa es tu mejor herramienta para conseguirlo.
G. C.